domingo, 8 de junio de 2014

La discrimación laboral de las mujeres existe.


La inesperada abdicación del rey de España ha ocasionado el debate monarquía vs. república. Muchas personas reclaman poder elegir en referéndum si quieren o no seguir teniendo un rey que se come el presupuesto público y hace visitas a dictadores para promocionar las empresas de sus empresarios favoritos –si yo también le pago, ¿por qué no promociona también mi empresa?–. No obstante, los dos partidos mayoritarios van a blindar esta posibilidad y nos van a obligar a aceptar un nuevo rey que representa un sistema social injusto y cruel. Esto es un tipo violencia.
Durante el período de acumulación progresiva de riqueza en unas pocas manos –o lo que es lo mismo, la crisis–, a la clase baja –lo de la clase media es un invento capitalista– se nos ha ido despojando del modo de vida que, honradamente y con mucho esfuerzo habíamos adquirido. Hemos seguido las normas y las directrices que la clase rica y dirigente nos dictaba, trabajar, estudiar, emprender, pagar impuestos, portarse bien, creer en dios. No obstante, nos lo han quitado todo. Esto también es violencia. Violencia desalmada y cruel.
Cuando este despojamiento se realiza a la clase baja y las personas desfavorecidas, la violencia es mayor porque estas personas tienen que asumir nuevas pérdidas además de las que ya tienen por pertenecer a un grupo minoritario: mujeres, inmigrantes o dependientes.
En el caso de las mujeres, dado que tradicionalmente se nos ha considerado no aptas para determinados puestos relacionados con la dirección o el poder, la discriminación ha aumentado por la dificultad, no ya para acceder a un puesto directivo, sino para acceder a un simple puesto de trabajo. Esto es violencia laboral. A las mujeres no se nos proporciona un medio de vida a pesar de que somos la mayoría de la población y somos mayoría también en las universidades. De igual manera, si tenemos el privilegio de que alguien deje de pensar en nosotras como entidades débiles sin capacidades de mando o de tomar decisiones, y nos proporcione un medio digno de ganarnos la vida, tendremos que demostrar que somos mucho mejores que los hombres para probar que nos ganamos a pulso la mierda de sueldo que nos dan.
“Las políticas económicas, laborales y sociales emprendidas por el Gobierno basadas en la austeridad y en los recortes está suponiendo una devaluación de los salarios del conjunto de las personas trabajadoras, lo que se traduce en una pérdida de su poder adquisitivo y en su empobrecimiento, afectando mayoritariamente a las mujeres al tener salarios más bajos”, según un informe de UGT de febrero de este año.
Cuando se recortan derechos sociales, las personas que más las sufren son los colectivos más desfavorecidos, en el caso que nos ocupa, las mujeres. “Una de las causas de esta mayor incidencia de discriminación en las mujeres es que “a menudo las mujeres se ven afectadas por más de una circunstancia discriminatoria: la que afecta a su condición femenina y otras como la edad, discapacidades físicas o psíquicas, pertenencia a culturas diferentes, etc.”
La Fundación Carolina publicó un informe exhaustivo con estudios de personas expertas que analizaban diversos aspectos de la situación laboral de las mujeres en España e Hispanoamérica. La autora Inma Pastor establece que “la desigualdad por razón de género en el mercado laboral es, todavía, una realidad presente y con mucha fuerza en nuestra sociedad”. Una de las pruebas de esta discriminación es que hay más mujeres en paro. La última tasa de paro de la EPA arroja los datos de un 26.6% de paro entre las mujeres y un 25,4% en los hombres. Se trata de un dato que normalmente no se publica y esto hace obviar el problema. Esto es lo que afirma el informe de UGT, que denuncia el aumento de la brecha salarial y del empobrecimiento de las mujeres trabajadoras por su concentración en los salarios más bajos. “«La mayor parte de las estadísticas económicas no desagregan los datos por género, lo que impide profundizar en la situación real de las mujeres respecto al empleo y a las condiciones económicas»”, enfatiza el estudio del sindicato. Esta falta de datos no permite visualizar las desigualdades, y ello conlleva a que se ignore la realidad de las mujeres y no se adopten medidas correctoras. «Lo que se desconoce no existe»”, sentencia.

En la franja de edad que va de los 25 a los 40 años, el período vital de más productividad, emprendimiento y capacidades de promoción, la diferencia aumenta: 23.6% de los hombres en paro y 25.3% de las mujeres (sigo recordando que somos mayoría en la población).
Por otro lado, paralelamente a esta expulsión de las mujeres del mercado laboral, se constata que entre las que están ocupadas económicamente hay una importante segregación tanto horizontal como vertical, es decir, las mujeres están concentradas en algunas ramas de actividad (lo cual ha supuesto la feminización de determinados ámbitos, como la enseñanza o la sanidad) y en los lugares de menor categoría profesional” (Pastor, 96). Pero no solo hay desigualdad, como afirma esta autora, sino también discriminación salarial, desvaloración de las profesiones feminizadas y estancamiento de las carreras profesionales debido a que existen “mecanismos de discriminación indirecta que hacen que las mujeres presenten tasas de temporalidad mayores a las de hombres (temporalidad no deseada)” (Pastor, 99).

La autora explica que cuando se interroga a las protagonistas sobre esta desigualdad laboral “niegan, de entrada, la existencia de discriminaciones sexistas en las organizaciones”, y si existen, culpan a procesos ajenos a las empresas o instituciones. Argumentan, por otro lado, que cada vez hay más mujeres trabajando y que, la culpa de no llegar más alto en la carrera profesional procede de ellas mismas, “por no asumir un papel dominante en el interior de las profesiones” (100). Se toma como referencia, claro está, a los hombres: “El hombre viene a ser aquí el modelo de referencia de cómo debería ser la conducta de las mujeres” (100). En general, no se reconoce discriminación y, si aparece la conciencia de este problema, no se exige reparación o no se consideran a sí mismas como pertenecientes a un colectivo oprimido. Existen, por tanto, “diversidad de formas explícitas o veladas de exclusión social de las mujeres para acceder a empleos estables y adecuadamente remunerados” (Janina Fernández Pacheco, 43).
Por tanto, la discriminación laboral de las mujeres que implica tanto la desigualdad salarial como el desprestigio de las profesiones feminizadas[1], repercute en un mayor empobrecimiento de las mujeres o feminización de la pobreza, como indicó la secretaria de Igualdad del PSOE, Purificación Causapié, quien “criticó que las mujeres cobran menos cuando están ocupadas, lo que repercute en su pensión futura y en lo que definió como una de las causas de la «feminización de la pobreza»”.



Pilar Jódar
Filóloga, investigadora en Literatura española y Profesora.
Licenciada en Filología Hispánica y DEA, por la Universidad de Salamanca.
Profesora de Lengua, Inglés y Francés y autora de artículos relacionados con el teatro, en revistas y publicaciones especializadas.

Interesada por las situaciones de desigualdad que viven las mujeres de mi país, encontré en el Proyecto Desgenerad@s un cauce para mis preocupaciones.






[1] Una de estas profesiones más feminizadas es la docencia, ámbito laboral que tradicionalmente se ha asimilado a las mujeres por su asociación con el sentido maternal. Sin embargo, todavía hay más profesoras en los niveles de infantil y primaria que en secundaria, donde el profesorado tiene unos salarios más elevados: “El proceso por el cual la mujer se está incorporando a la docencia está en pleno vigor, e incluso sobrepasa al hombre. Pero... ¿sabíais que a pesar de ser mayor el número de mujeres trabajadoras, ocupamos las posiciones inferiores del sistema educativo? Con esto quiero aclarar que existe mayor número de profesoras que de profesores en la enseñanza infantil y primaria (premisa defendida por Carolyn Steedman (1986)). ¿Y sabéis por qué? Porque el sueldo promedio de las profesoras es inferior al de los profesores los cuales trabajan en ciclos superiores obteniendo mayor renta” http://educereduc.blogspot.com.es/2013/04/el-proceso-de-feminizacion-docente.html

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